A propósito del articulo aparecido en el País sobre el plan del Ayuntamiento de Ámsterdam para erradicar la prostitución del “Red District”. Me atrevería a afirmar que esta iniciativa tiene más que ver con la especulación inmobiliaria que con las mafias ilegales y los abusos sexuales, con un cambio de orientación comercial de un bello barrio estratégicamente situado hacia sectores más productivos, que con la prostitucion o con motivaciones represivas o involutivas en una sociedad que mal que les pese a algunos sigue siendo un ejemplo de tolerancia y respeto.
Las antaño atestadas calles del "Red District" poco tienen que hacer con la competencia de Barcelona y Madrid, convertidas en las nuevas mecas del sexo en Europa. Sus diminutos callejones, inundados de un profundo olor a testosterona, a sex depredator, a sudorosa excitación de mamíferos en celo, nunca han sido románticas como nos vende I.Ferrer en El País. Junto con el rock y el Melkweg o el Rainbow, los cofee shoops y la marihuana, las flores, los diamantes y las librerias, el “Red District”, consolidaba una oferta turística en la época de la gran Philips y las exenciones fiscales para los beneficios de las multinacionales. Hippies de Woodstock y desertores del Vietnam, hijos del Berkley de los 60 y del Mayo Francés, del Ácido Lisérgico y la psicodelia, convivían con el “Red District” en la liberal Ámsterdam de la Post Guerra.
La Venecia del Norte es una ciudad donde las glamurosas tiendas de lujo, las deslumbrantes joyerías y las galerías de Arte, aunque algunas de ellas están en la Hooftstraat, la mayoría, se hallan diseminadas por todos sus canales. Cuando lo que su nuevo turismo de fin de semana pide, es poder ejercitar un histérico shoping de 4 horas, después de visitar el Royal Palace, el Stedelijk, el Van Gogh Museum o el Rijksmuseum y el Mercado de las Flores. Amsterdam no tiene un Faubourg St. Honoré o una Quinta Av, donde ávidos orientales o americanos puedan hacer uso de sus áureas tarjetas de crédito y dar rienda suelta a su narcisismo. Seamos sinceros, lo que el Ayuntamiento pretende crear es un área de ocio y comercio donde los C&A, Zara y Beneton de turno puedan concentrarse y aprovechar el flujo de mirones resignados ante los precios de los Van Cleef, Hermes, Guzzi o D&G.
El proyecto de transformar este distrito en una productiva y rentable “Manzana de oro” de la mano de los grandes almacenes “De Bijenkorf”, me recuerda mas a las incursiones inmobiliarias y urbanísticas de El Corte Ingles, que a una autentica declaración de guerra contra el trafico de drogas, las mafias y el blanqueo de dinero.
Dicen que el Alcalde dijo: "La realidad no tiene que idealizarse. Hay delitos en la industria del sexo y crimen organizado, y por eso actúa el ayuntamiento", a lo que añado ¿Trasladándolos al extrarradio? A esto el teniente de alcalde de Finanzas, que no el de salud o gobernación, dicen que añadió: "Hay muchos turistas aficionados al arte, la moda o la buena cocina". Y a mí me da que el problema es que las prostitutas les sobran.
Las antaño atestadas calles del "Red District" poco tienen que hacer con la competencia de Barcelona y Madrid, convertidas en las nuevas mecas del sexo en Europa. Sus diminutos callejones, inundados de un profundo olor a testosterona, a sex depredator, a sudorosa excitación de mamíferos en celo, nunca han sido románticas como nos vende I.Ferrer en El País. Junto con el rock y el Melkweg o el Rainbow, los cofee shoops y la marihuana, las flores, los diamantes y las librerias, el “Red District”, consolidaba una oferta turística en la época de la gran Philips y las exenciones fiscales para los beneficios de las multinacionales. Hippies de Woodstock y desertores del Vietnam, hijos del Berkley de los 60 y del Mayo Francés, del Ácido Lisérgico y la psicodelia, convivían con el “Red District” en la liberal Ámsterdam de la Post Guerra.
La Venecia del Norte es una ciudad donde las glamurosas tiendas de lujo, las deslumbrantes joyerías y las galerías de Arte, aunque algunas de ellas están en la Hooftstraat, la mayoría, se hallan diseminadas por todos sus canales. Cuando lo que su nuevo turismo de fin de semana pide, es poder ejercitar un histérico shoping de 4 horas, después de visitar el Royal Palace, el Stedelijk, el Van Gogh Museum o el Rijksmuseum y el Mercado de las Flores. Amsterdam no tiene un Faubourg St. Honoré o una Quinta Av, donde ávidos orientales o americanos puedan hacer uso de sus áureas tarjetas de crédito y dar rienda suelta a su narcisismo. Seamos sinceros, lo que el Ayuntamiento pretende crear es un área de ocio y comercio donde los C&A, Zara y Beneton de turno puedan concentrarse y aprovechar el flujo de mirones resignados ante los precios de los Van Cleef, Hermes, Guzzi o D&G.
El proyecto de transformar este distrito en una productiva y rentable “Manzana de oro” de la mano de los grandes almacenes “De Bijenkorf”, me recuerda mas a las incursiones inmobiliarias y urbanísticas de El Corte Ingles, que a una autentica declaración de guerra contra el trafico de drogas, las mafias y el blanqueo de dinero.
Dicen que el Alcalde dijo: "La realidad no tiene que idealizarse. Hay delitos en la industria del sexo y crimen organizado, y por eso actúa el ayuntamiento", a lo que añado ¿Trasladándolos al extrarradio? A esto el teniente de alcalde de Finanzas, que no el de salud o gobernación, dicen que añadió: "Hay muchos turistas aficionados al arte, la moda o la buena cocina". Y a mí me da que el problema es que las prostitutas les sobran.
Nito
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