Negacionismo y socialconformismo

“Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad." (Goebels)
“Si una verdad se niega suficientemente, acaba por desaparecer” (Anónimo)

Más allá de la crisis que envuelve a algunas economías más que a otras, me quiero referir a la crisis de participación que envuelve las democracias parlamentarias, y en especial a las traumáticas consecuencias que las prácticas negacioncitas y el social-conformismo están produciendo en la sociedad, lastrándola y dificultando su deseado progreso así como su capacidad para superar obstáculos.

La negación de la realidad, de la misma manera que produce traumas en las personas, también lo hace en las sociedades. Cuando un padre educa a sus hijos, les enseña a enfrentarse a ella, a no ignorarla y sobre todo a no negarla. Así, enseñándoles a asumir la realidad, como premisa para superar los problemas y las vicisitudes que indefectiblemente les deparará la vida, les esta enseñando a vivir y a progresar.
Una sociedad puede ignorar una realidad o mirar hacia otro lado, pero cuando son sus dirigentes los que no la reconocen o la niegan, la crisis se agudiza, y las posibilidades de superarla menguan.

El socialconformismo imperante, el “semanfutismo”, es un caldo de cultivo muy productivo para los que utilizan la paz social para perpetuar su status quo en el poder. De la misma manera que cuando un padre supedita la protección y la seguridad de su familia a su propia tranquilidad, lo que esta haciendo es proyectar a su hijo hacia la dependencia en detrimento de su libertad; cuando es un gobierno quien lo hace, aunque sea apoyándose en el orden y en la paz social, lo que esta es menguando las posibilidades de la sociedad para progresar adecuada y libremente.

Si bien el negacionismo de facto ha existido siempre; la paternidad de esta corriente es atribuida a Paul Rassinier y otros ensayistas que cabalgaron del estalinismo al neofascismo, y que a mediados del siglo pasado promovieron y avalaron teorías que negaban total o parcialmente el holocausto. Bien negando la existencia de las mismísimas cámaras de gas apoyándose en análisis pseudo-científicos de las paredes de las fatídicas duchas de la muerte, bien cuestionando el numero de asesinatos mediante la creación y manipulación de hipotéticos censos de judíos.
Estas retóricas suelen apoyarse en pseudo ciencias (del griego: falsas ciencias) a las que Karl Popper describe como “falsaciones”: carentes de metodología científica y por tanto de sistemas de refutación. En todo caso se trata de fuentes de información previamente construidas con la única finalidad de justificar su discurso, y siempre con la complicidad de una bien orquestada campaña de comunicación.

La negación de la violación de los derechos humanos en China, del genocidio tibetano, y de otras dramáticas realidades aquí y allá, en Birmania, el Sahara, o de otras atrocidades del pasado reciente, como la de los desaparecidos en Argentina y Chile, responden a la misma técnica que usaron los padres del negacionismo.

Hoy también podemos extrapolar estas estrategias o tácticas negacionistas a situaciones que no por menos dramáticas, tienen menos importancia: La negación de la particularmente dramática crisis económica española, la insostenibilidad del estado del bienestar, del sistema de pensiones, el descontrol del paro, el fracaso de nuestro sistema educativo, el atropello de los derechos individuales y colectivos, etc., etc.
La utilización del negacionismo va extendiéndose a medida que el poder se distancia de los ciudadanos, a medida que los funcionarios y los políticos dejan de ser servidores públicos para convertirse en “la casta dirigente”, por ello no dudan en alimentar el socialconformismo, pues una sociedad critica y activa se convierte en peligrosa para sus intereses que no son otros que su perpetuación en el poder.

Los gobiernos no están interesados en el debate, en la participación, y menos dispuestos están aun a la polémica, a no ser que sean ellos los que la prefabriquen para desviar la atención del ciudadano.
La mejor manera de evitar una polémica es negar la existencia del hecho u objeto alrededor del cual esta se suscita. Sentarse frente a un cuadro para hablar, debatir, contrastar impresiones y opiniones sobre él, con alguien que niega su existencia física, es cuasi imposible a no ser que el debate se derive hacia el existencialismo, o la argumentación se remonte a las primeras bacterias, con lo que implícitamente, el negacionista ya ha conseguido que su estrategia triunfe al llevar la conversación hacia un tema que no es el pretendido, evitando así el debate y por ende la negociación, el acuerdo, la solución.
Dentro de poco, tras el descubrimiento de un fármaco llamado ZIP capaz de borrar los recuerdos y las verdades mediante la inhibición de un encima llamado KPM zeta, las técnicas negacionistas perderán su razón de ser; bastará con que nos echen unas dosis en el agua para que la realidad que moleste deje de existir, ya no será necesario negarla suficientemente para que desaparezca. Y es que la memoria es muy manipulable.

Nito Foncuberta

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buen escrito e interesante análisis.
saludos