La escasez sino ausencia de debate ideológico y la falta de liderazgo intelectual con los que se acusa a Partidos y parlamentos, son un mal endémico que afecta a la política española desde la génesis de nuestra joven democracia.
Con una gran clase media gestada durante el franquismo, confortablemente asentada en el sistema y narcotizada por las estadísticas que nos dicen lo felices que debiéramos ser, la sociedad española ha vivido un segundo desarrollismo financiado por nuestros amigos europeos que han priorizado la economía y los mercados, reduciendo los valores a simples instrumentos para maquillar sus propuestas, de forma tal, que puedan ser vendidas en la gran fiesta democrática que simbolizan las urnas.
La satisfacción moral ha sucumbido ante la inmediatez de lo material, del ventajismo político. El mercadeo electoral o peor aun, las encuestas de los lunes, marcan la validez de las propuestas. De la misma manera que los pantanos, iconos del progreso durante la dictadura, fueron demonizados como símbolos franquistas, la palabra transvase ha pasado en pocas semanas de ser inviable, o cuanto menos, inconveniente e inmencionable, a ser incuestionable y ejemplo de solidaridad y justicia redistributiva.
Esta inmoralidad, la volveremos a vivir este verano cuando miles de aires acondicionados se pongan en marcha y la fragilidad de nuestras infraestructuras energéticas quede en evidencia. Aunque la maquinaria mediática ya esta empezando a trabajar exorcizando la palabra nuclear, será entonces cuando el debate sobre esta fuente de energía podrá volver a abrirse. Será entonces cuando la hipocresía vuelva a aparecer reduciendo la ecuación a nucleares si o no. Será entonces cuando volveremos a perder otra ocasión para hablar del modelo de sociedad que queremos, del coste energético que conlleva, y de los sacrificios que implica.
Hoy basta con mencionar palabras como: sostenible, ecológico o alternativo, para que el discurso mas conservador devenga en progresista, y si además se añaden: participativo, redistributivo y social, es de izquierdas. Hoy basta con repetir una mentira tropecientas veces para que se convierta en verdad, y por arte de magia, la misma propuesta pase de ser neocón, fascista o casposa, a alternativa. Hoy, cuando a pesar de todo, la trampa se descubre todo queda en un “me han pillado” sin consecuencias. El “no a la OTAN, “ las temidas armas de destrucción masiva en poder de Irak”, “las negadas negociaciones con ETA” y tantos otros engaños, son ejemplos de inmoralidad publica que aun están pendientes de una disculpa.
Ya va siendo hora que los partidos políticos vuelvan a construirse alrededor de valores y no de encuestas, de que les exijamos que edifiquen sobre ellos sus recetas y soluciones sin demagogias estériles, que debatan en su seno sobre el modelo de sociedad que nos quieren ofrecer, sin hipocresías, democráticamente, dando voz a sus militantes, para posteriormente trasladar este debate a los parlamentos de una forma consecuente, éticamente justificable y moralmente sostenible.
Creo sinceramente que este sería un buen camino para que los partidos recobren la credibilidad necesaria para liderar la sociedad hacia un futuro de justicia y libertad, hacia un futuro que es de todos.
Con una gran clase media gestada durante el franquismo, confortablemente asentada en el sistema y narcotizada por las estadísticas que nos dicen lo felices que debiéramos ser, la sociedad española ha vivido un segundo desarrollismo financiado por nuestros amigos europeos que han priorizado la economía y los mercados, reduciendo los valores a simples instrumentos para maquillar sus propuestas, de forma tal, que puedan ser vendidas en la gran fiesta democrática que simbolizan las urnas.
La satisfacción moral ha sucumbido ante la inmediatez de lo material, del ventajismo político. El mercadeo electoral o peor aun, las encuestas de los lunes, marcan la validez de las propuestas. De la misma manera que los pantanos, iconos del progreso durante la dictadura, fueron demonizados como símbolos franquistas, la palabra transvase ha pasado en pocas semanas de ser inviable, o cuanto menos, inconveniente e inmencionable, a ser incuestionable y ejemplo de solidaridad y justicia redistributiva.
Esta inmoralidad, la volveremos a vivir este verano cuando miles de aires acondicionados se pongan en marcha y la fragilidad de nuestras infraestructuras energéticas quede en evidencia. Aunque la maquinaria mediática ya esta empezando a trabajar exorcizando la palabra nuclear, será entonces cuando el debate sobre esta fuente de energía podrá volver a abrirse. Será entonces cuando la hipocresía vuelva a aparecer reduciendo la ecuación a nucleares si o no. Será entonces cuando volveremos a perder otra ocasión para hablar del modelo de sociedad que queremos, del coste energético que conlleva, y de los sacrificios que implica.
Hoy basta con mencionar palabras como: sostenible, ecológico o alternativo, para que el discurso mas conservador devenga en progresista, y si además se añaden: participativo, redistributivo y social, es de izquierdas. Hoy basta con repetir una mentira tropecientas veces para que se convierta en verdad, y por arte de magia, la misma propuesta pase de ser neocón, fascista o casposa, a alternativa. Hoy, cuando a pesar de todo, la trampa se descubre todo queda en un “me han pillado” sin consecuencias. El “no a la OTAN, “ las temidas armas de destrucción masiva en poder de Irak”, “las negadas negociaciones con ETA” y tantos otros engaños, son ejemplos de inmoralidad publica que aun están pendientes de una disculpa.
Ya va siendo hora que los partidos políticos vuelvan a construirse alrededor de valores y no de encuestas, de que les exijamos que edifiquen sobre ellos sus recetas y soluciones sin demagogias estériles, que debatan en su seno sobre el modelo de sociedad que nos quieren ofrecer, sin hipocresías, democráticamente, dando voz a sus militantes, para posteriormente trasladar este debate a los parlamentos de una forma consecuente, éticamente justificable y moralmente sostenible.
Creo sinceramente que este sería un buen camino para que los partidos recobren la credibilidad necesaria para liderar la sociedad hacia un futuro de justicia y libertad, hacia un futuro que es de todos.
Nito
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