Casualmente, haciendo limpieza de papeles y recortes, ha caído en mis manos un viejo ejemplar de “La Vanguardia”, y al abrirlo he topado con un articulo de Gregorio Moran, una de las mentes mas agudas del periodismo actual, en el que nos propone desenmascarar a los analistas que se hacen pasar por intelectuales y a los intelectuales que se hacen pasar por sabios, denunciando el intrusismo y la pedantería, así como la interesada mitificación que los medios de comunicación suelen hacer de tan ilustre titulo.
Desde siempre, la figura del intelectual ha sembrado admiración y respeto en unos, y cierto recelo y desconfianza en otros, entre los que me encuentro.
Plantea el Autor que el intelectual mediático y el comprometido son términos que se superponen, por lo que cabria preguntarse antes si mediático y comprometido son términos excluyentes o superpuestos. Este seria el caso de bastantes articulistas con aspiraciones intelectuales, en los que ambos términos convergen mimetizando los reflejos del poder que solo en contados casos representan sin saberlo.
El escenario social, esta lleno de complacientes analistas, sesudos críticos y obedientes periodistas, que disfrazados de intelectuales, cohabitan en las tribunas mediáticas con los ”intelectuales orgánicos”, que tan acertadamente describe A.Gramsci como ideólogos del sistema dedicados profesionalmente a justificarlo.
La inmensa mayoría de los que hoy son ungidos por la industria de la comunicación con el titulo de ”intelectuales”, son profesionales mas o menos honrados y formados intelectualmente, que ponen su erudición y su pluma al servicio de los que deciden lo que interesa y lo que no, de las estrategias del poder.
Afirmar que el intelectual se caracteriza por su voluntad y capacidad de influir en la sociedad desde el mundo del pensamiento, de las ideas, es algo primordial pero a todas luces insuficiente, pues hoy mas que ayer, esta capacidad viene dada por el poder de la comunicación y no por la calidad creativa de sus ideas o propuestas. Una cosa es ser un Intelectual y otra es estar intelectualmente preparado. Una cosa es ser sabio y otra un sabelotodo.
Alguien dijo que sabio es aquel que por muy escasos que sean sus recursos intelectuales, es capaz de entender la realidad, de interpretarla y proyectarla hacia algo concreto siguiendo las indicaciones de su sentido común. Esta capacidad creativa, tiene mucho que ver con lo emocional y suele ser consustancial a la sabiduría, y esta es a su vez necesaria para poder convertir un simple análisis científico, en una propuesta intelectual.
La realidad es que hay inflación de intelectuales y sabios que estén primogénitamente comprometidos con su pensamiento, y de forma virtual con la sociedad, capaces de mantener con ella una saludable distancia que les permita ejercer su capacidad de juicio critico, sin contaminarse de su vorágine autocomplaciente e instrumentalizadora.
Quien no ha escuchado en alguna ocasión como se cita a Internet o a tal o cual periódico como una “fuente” intelectualmente referenciable.
La estrategia de convertir los medios de comunicación en fuentes intelectualmente validas “per se”, y a los que en ellos escriben, en referentes intelectuales, no hace mas que contribuir a que la ceremonia de la confusión consiga su propósito. Y es que a: “a río revuelto, ganancia de pescadores.”
Puede que mis palabras desprendan una exigencia inhumana para reconocer a un “intelectual”, y que dejándome llevar por mi respeto a la utopía, busque al filósofo y la inmortalidad de las ideas, cuando sería mas sencillo conformarme con lo que escribió Francoise Sagan: “La gente que escribe libros, rara vez son intelectuales. Los intelectuales son gente que hablan sobre los libros que han escrito otros.”
Desde siempre, la figura del intelectual ha sembrado admiración y respeto en unos, y cierto recelo y desconfianza en otros, entre los que me encuentro.
Plantea el Autor que el intelectual mediático y el comprometido son términos que se superponen, por lo que cabria preguntarse antes si mediático y comprometido son términos excluyentes o superpuestos. Este seria el caso de bastantes articulistas con aspiraciones intelectuales, en los que ambos términos convergen mimetizando los reflejos del poder que solo en contados casos representan sin saberlo.
El escenario social, esta lleno de complacientes analistas, sesudos críticos y obedientes periodistas, que disfrazados de intelectuales, cohabitan en las tribunas mediáticas con los ”intelectuales orgánicos”, que tan acertadamente describe A.Gramsci como ideólogos del sistema dedicados profesionalmente a justificarlo.
La inmensa mayoría de los que hoy son ungidos por la industria de la comunicación con el titulo de ”intelectuales”, son profesionales mas o menos honrados y formados intelectualmente, que ponen su erudición y su pluma al servicio de los que deciden lo que interesa y lo que no, de las estrategias del poder.
Afirmar que el intelectual se caracteriza por su voluntad y capacidad de influir en la sociedad desde el mundo del pensamiento, de las ideas, es algo primordial pero a todas luces insuficiente, pues hoy mas que ayer, esta capacidad viene dada por el poder de la comunicación y no por la calidad creativa de sus ideas o propuestas. Una cosa es ser un Intelectual y otra es estar intelectualmente preparado. Una cosa es ser sabio y otra un sabelotodo.
Alguien dijo que sabio es aquel que por muy escasos que sean sus recursos intelectuales, es capaz de entender la realidad, de interpretarla y proyectarla hacia algo concreto siguiendo las indicaciones de su sentido común. Esta capacidad creativa, tiene mucho que ver con lo emocional y suele ser consustancial a la sabiduría, y esta es a su vez necesaria para poder convertir un simple análisis científico, en una propuesta intelectual.
La realidad es que hay inflación de intelectuales y sabios que estén primogénitamente comprometidos con su pensamiento, y de forma virtual con la sociedad, capaces de mantener con ella una saludable distancia que les permita ejercer su capacidad de juicio critico, sin contaminarse de su vorágine autocomplaciente e instrumentalizadora.
Quien no ha escuchado en alguna ocasión como se cita a Internet o a tal o cual periódico como una “fuente” intelectualmente referenciable.
La estrategia de convertir los medios de comunicación en fuentes intelectualmente validas “per se”, y a los que en ellos escriben, en referentes intelectuales, no hace mas que contribuir a que la ceremonia de la confusión consiga su propósito. Y es que a: “a río revuelto, ganancia de pescadores.”
Puede que mis palabras desprendan una exigencia inhumana para reconocer a un “intelectual”, y que dejándome llevar por mi respeto a la utopía, busque al filósofo y la inmortalidad de las ideas, cuando sería mas sencillo conformarme con lo que escribió Francoise Sagan: “La gente que escribe libros, rara vez son intelectuales. Los intelectuales son gente que hablan sobre los libros que han escrito otros.”
Nito
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